No me gusta el porcelanato
Cuando yo era
estudiante le refería a uno de mis profesores, por cierto alabando uno de sus
trabajos, como había sabido combinar materiales tan nobles como el ladrillo y
el hormigón. De manera petulante el profesor, me espetó que esa escala de nobleza de los materiales solo existía
en mi mente. Quizás tenga razón, pero me da lo mismo, en el entendido de que esa
escala de nobleza provenía de mis observaciones de la presencia de estos materiales
en la obra de grandes maestros de la arquitectura y de grandes obras
arquitectónicas a lo largo de la historia.
Emilio Martínez
dictó hace unos años una magistral conferencia titulada, ¨Cuando me Enseñaron
Historia¨ y en ella hacia un recuento de varias obras de la gran arquitectura conectándolas
en un dialogo con su ejercicio personal. Impresiona ver como Le Corbusier a
quien conocemos por la Ville Savoye, L´Unité, o Ronchamp, había producido unas
casitas alpinas al principio de su andadura arquitectónica. El destacado
arquitecto puertorriqueño hacia después un análisis de sus misma obra
conectando su ejercicio con su conocimiento profundo de la historia de la
arquitectura universal. La Biblioteca y
Plaza Comunal, Sector Mavito era uno de los proyectos referidos en
esta conferencia que tanto me impresionó. Louis Kahn lo sabía y movido por el
descubrimiento de la arquitectura antigua, este arquitecto, formado en la
tradición del Beaux Arts iba a producir una obra repleta de implicaciones simbólicas,
una obra que nos habla desde nuestra dimensión de seres capaces de modificar el
espacio tanto para fines funcionales como trascendentes. La arquitectura de Kahn
posee una fuerza generadora que le confiere un carácter especial.
Volvamos
entonces al tema de los materiales recordando que Kahn dialogaba con un
ladrillo. El ladrillo le pedía un arco. El ladrillo es mencionado en el Génesis,
específicamente en la construcción de la torre de Babel. Babel, lugar donde
Dios confundió las lenguas de la humanidad. A pesar de la vanidad de los
hombres que pretendían construir una torre que llegara a los cielos, viendo la
forma en que el ladrillo, el humilde ladrillo nos ha acompañado, nos atrevemos
a decir que vio Dios que el ladrillo era bueno. El ladrillo es tierra, agua,
fuego y aire. En el viven los cuatro elementos que, según los antiguos componían
las cosas.
La madera estuvo
antes que el ladrillo, sirvió para techar, para hacer primarias y precarias
estructuras para remontar ríos, cruzar lagos y mares. Laugier nos muestra al
primer ser humano, un niño, recibiendo de las manos de la diosa de la
arquitectura, la cabaña primitiva. La madera está con nosotros a despecho de
las hectáreas de bosque que se pierden cada día. Algo de vida queda en las
fibras de las maderas que componen estructuras, decorados y muebles de nuestros
edificios.
La piedra, llena
de simbolismo religioso. Piedra angular, cimiento, roca. Pedazo inamovible que
desafía la fuerza y la razón. Dicen de Imhotep que inventó la construcción en
piedra en el Egipto antiguo y las pirámides parecen repetirlo.
Otro de mis
profesores, no muy brillante, repetía que el hormigón era una piedra
artificial. Es cierto y es mas que eso, por que antes de ser piedra es materia
casi liquida, una pasta verdosa, que se amolda y produce de la mano del
carpintero las formas perdurables de una arquitectura que a pesar de ser de
pesado el hormigón no deja de ser ligera, de alzar el vuelo de ir mas allá.
Candela, Saarinen y otros como Cott y Gautier lo saben, nosotros por ellos
también.
El cemento es
tierra quemada decía mi profesor de materiales de construcción: se quema piedra
caliza, el resultado es clinker se pasa por un molino y tenemos cemento, así lo
simplificaba. El cemento gris tipo portland, el que se usa para los mosaicos
mezclado con polvo de color. Así tenemos ese mosaico rojo tan agradable al
tacto y cuando está bien pulido, a la vista. En negro y blanco podemos usarlo
para un piso ajedrezado. De nuevo está de moda tenerlo con patrones de dibujo
como en tiempos de mis abuelos.
La cerámica
rustica nos trae un material cuyas imperfecciones nos recuerdan que en la
variedad se esconde algún guiño. Cuando era chiquito buscaba las imperfecciones
que hacían única cada pieza. Las piezas producidas en serie son otra cosa, anónimas,
monótonas, aburridas…
Si hay un
material que se constituye en un atentado a la sensibilidad, a mi juicio,
escriba usted lo suyo si piensa diferente, es el porcelanato. Su popularidad
seguro se debe al afán de presumir y a una profunda aversión a todo lo que significa
sentimiento. Si hay un material apropiado para el piso de una celda solitaria sería
uno de esos porcelanatos bruñidos y poseedores de una dureza de grado 10 en la
escala de Mohs. Desde el ladrillo del Génesis al porcelanato de hoy hay todo un
mundo de materiales. Elijan…
Hugo Van Der Ley, arquitecto nómada
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